miércoles, 1 de junio de 2011

Azul.


Cierra los ojos. Imagina que el mortífero mes de junio ha pasado. Ya estamos en julio, por fin. Estás sentada en la fina arena de la playa y una suave brisa acaricia tu cara, consiguiendo apaciguar brevemente el sofocante calor del sol veraniego. A escasos metros, las olas del mar se mecen apaciblemente, llenando tus oídos de un sonido placentero y relajante. Inspiras profundamente, y ese olor tan característico invade tus sentidos por completo. Ese olor lleno de recuerdos, de risas, de sal, de sol, de viajes, azul...ese olor a verano. Y durante esos instantes, no existe ningún otro lugar sobre la tierra donde quisieras estar más que en ese. Es perfecto. Pierdes la mirada en el horizonte, y sólo ves más azul hasta donde el mar se une con el cielo. Una sensación de libertad se instala dentro de ti. Podrías pasarte horas allí sin notar siquiera el paso del tiempo, y sin que ello te preocupase. Hasta que el crepúsculo tiñera el cielo de naranja y rosa y el sol se convirtiera en el foco más agradable de luz...Hasta el momento en que abrieras los ojos de nuevo y la realidad volviera a alzarse sobre ti, esa en la que ni eres libre ni tienes tiempo. Esa que te hace mirar el reloj, suspirar, y desear que de verdad el tiempo se detuviera o, por el contrario, que corriera más deprisa...

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